Uno no elige a
quien querer. Uno no elige porque
querer. Uno no elige cuando dejar de
querer. Simplemente son cosas que suceden. Suceden naturalmente, así como el verano se vuelve otoño o como una pequeña oruga se transforma en una hermosa mariposa. Los sentimientos
pueden ser traicioneros con los pensamientos; a veces ponerse a pensar es lo
que nos derrumba. La misma palabra lo dice, los sentimientos se basan en solo
una cosa… Sentir. Y cuando el amor nos aborda
no sirve de nada pensar en aquello mientras le damos miles y miles de vueltas
al asunto, porque en el amor no hay lugar para las elecciones… ¿Sigo a mi corazón o sigo a mi mente? O, mejor dicho ¿Elijo sentir sin importar el riesgo o elijo rendirme
sin decir que lo hago?
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